Hablar de movilidad humana es hablar de historias de cambio, transformación, huida, rescate, encuentros y desencuentros. Asimismo, acercarse a la información que se genera sobre las permanentes corrientes migratorias en todo el planeta es encontrarse con estadísticas que mueven el alma, disparan alarmas y develan una realidad descarnada: la muerte de centenares de migrantes en su intento por encontrar una nueva vida.
Un histórico ejemplo, en materia de mortalidad en procesos de migración de alto riesgo, es la situación que se registra a diario en el Mediterráneo, mar continental que separa África de la Península Ibérica y que en su punto más próximo, el Estrecho de Gibraltar, sólo 12 kilómetros separan las aspiraciones legítimas de miles de migrantes del Norte de África con el destino soñado de otra vida en Europa.
A pesar de la pandemia mundial provocada por la COVID-19, la movilidad masiva de migrantes a través del Mediterráneo no ha disminuido sino todo lo contrario, ha registrado un aumento significativo, lo cual a su vez ha intensificado el seguimiento de organismos multilaterales, la acción de organizaciones no gubernamentales y la condena mundial a la manifiesta violación del derecho internacional, pues países europeos insisten en repatriar a migrantes provenientes de países en conflicto bélico o, peor aún, la inexistencia de políticas de asistencia de los migrantes por parte de las naciones de la cuenca mediterránea.
Según datos[1] publicados en el portal de la Agencia de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), entre enero y mayo de 2021, se ha incrementado en un 170% la llegada de migrantes desde el Norte de África a Europa, en comparación con el mismo período el año pasado. Esto se traduce en más de 10.400 migrantes que han cruzado en condiciones de alta peligrosidad el Mar Mediterráneo.
Estos números también muestran el amplísimo riesgo de muerte por inmersión de cientos de migrantes debido a las precarias formas de transportación que utilizan, las llamadas “pateras”, muchas de las cuales no resisten la dura travesía marítima y las extremas condiciones climáticas de la región.
Esto representa un peligro permanente que amenaza a cientos de migrantes africanos. De hecho, abril de este año fue un período funesto debido a los naufragios que se registraron. El pasado 22 de abril[2]sucumbieron simultáneamente varias embarcaciones que intentaban cruzar el Mediterráneo central, lo cual provocó la muerte de 130 africanos provenientes de Libia. Con estos decesos se alcanzó a la fecha la alarmante cifra de 500 fallecidos, muy por encima de las 150 personas que perdieron la vida en el mismo período durante 2020.
Organizaciones No Gubernamentales (ONG) en materia de migración en la región, como SOS Mèditerranèe, atendieron el llamado del Alarm Phone, un servicio de asistencia a migrantes en riesgo, pues desde hacía dos días se alertaba sobre la movilización de pequeñas embarcaciones en medio de arriesgadas condiciones meteorológicas. El barco Ocean King de SOS Mèditerranèe se trasladó al lugar, pero ya era demasiado tarde. Sus tripulantes describieron el aciago escenario como un “mar de cadáveres”.
A partir de este sonado suceso y el marcado incremento de las estadísticas, tanto ACNUR como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) hicieron un enérgico llamado a la comunidad internacional para iniciar acciones urgentes para evitar “el creciente número de muertes en el mar”. Las medidas perentorias que exigen estos organismos multilaterales incluyen la inmediata reactivación de las operaciones de búsqueda y rescate en aguas mediterráneas, detener el retorno forzado de migrantes a puertos no seguros y la creación de un mecanismo de desembarque seguro y previsible.
La razón principal del pedido de los organismos de Naciones Unidas y de las ONG que velan por los migrantes en la región es el alarmante abandono que experimentan los desplazados que intentan llegar a suelo europeo, por parte de las autoridades de sus países de origen, así como de las naciones de destino.
Las condenas a lo ocurrido aquel 22 de abril recorrieron el mundo y alarmaron sobre esa realidad desgarradora: el desamparo al cual es sometido los migrantes, quienes huyen de situaciones de violencia o hambruna y no reciben las garantías mínimas por parte de las autoridades, lo cual sin duda es una flagrante violación del derecho internacional humanitario, cuyo objetivo es garantizar la vida y el bienestar de refugiados y desplazados.
“Si se hubiera estrellado un avión de pasajeros, hubieran acudido las Armadas de media Europa, pero sólo eran emigrantes, estiércol del cementerio mediterráneo, para quienes no vale la pena correr”, dijo a la agencia de noticias EFE Alessandro Porro, presidente de SOS Méditerranée y miembro de la tripulación del Ocean Viking.
El director regional de la OIM, Eugenio Ambrosi, escribió entonces en su cuenta de la red social Twitter[3]: “Estas son las consecuencias humanas de las políticas que no respetan el derecho internacional y los imperativos humanitarios más básicos”.
Por su parte, el enviado especial de ACNUR para la crisis Mediterráneo Central y Occidental, Vincent Cochetel, quien también está al frente de la oficina del organismo en Europa, condenó enérgicamente la situación y alertó que a pesar de que los países de la cuenca mediterránea cuentan con drones, aviones, sofisticados equipos de telecomunicaciones y barcos de rescate, “la gente sigue muriendo en las costas del norte de África”.
“El rescate predecible en el mar, los acuerdos de desembarco y la solidaridad con las soluciones posteriores son más necesarios que nunca”, dijo Cochetel a EFE[4].
Otra de las condenas más sonadas, por supuesto, fue la del Sumo Pontífice, el Papa Francisco, quien calificó el hecho como “un momento de vergüenza”[5] para el mundo. El jefe de la Iglesia católica tampoco evitó señalar la responsabilidad de las naciones que desatendieron el llamado de las ONG para evitar la tragedia del 22 de abril.
“Oremos por estos hermanos y hermanas y por tantos que siguen muriendo en estos dramáticos viajes y también oremos por aquellos que pueden ayudar, pero prefieren mirar hacia otro lado”, en clara referencia a las autoridades nacionales de la cuenca mediterránea que desatendieron las solicitudes de ayuda antes del suceso que cobró la vida de 130 personas.
Según ACNUR[6], el grueso de los desplazados que intentan cruzar el Mediterráneo provienen de Libia, Mali, Eritrea y otros naciones del norte de África, en las cuales persisten situaciones de violencia por conflictos bélicos.
Libia mantiene un cruento conflicto bélico luego de que una revuelta respaldada por la OTAN derrocó a Moammar Gadhafi en 2011 y dividió al país petrolero entre un gobierno respaldado por la ONU y autoridades rivales asentadas en el este de la Nación. En octubre de 2020[7] se alcanzó un acuerdo de alto al fuego, pero lamentablemente se mantienen las confrontaciones entre combatientes y mercenarios extranjeros. Esta situación provoca un gran flujo de desplazados que ven como única salida migrar hacia Europa a través del Mar Mediterráneo.
Igual ocurre en Mali, país de África occidental que enfrenta una crítica realidad de violencia a partir de la insurgencia yihadista que inició en 2012. En los últimos meses Malí sufrió un número significativo de ataques terroristas perpetrados tanto por grupos afines a Al Qaeda como por el Estado Islámico, lo cual incentivó la confrontación entre comunidades y ha causado el desplazamiento de decenas de miles de refugiados.
Sin embargo, es el tema de Libia el que se mantiene intensamente en medios de comunicación no sólo por su permanente conflictividad y el continuo contingente de desplazados que ello provoca sino también por su posición geográfica en la zona central del Mediterráneo y su cercanía con Grecia e Italia, lo cual intensifica el flujo de migrantes en la zona y, por ende, el riesgo de muerte de cientos de migrantes.
En Consejo Noruego para los Refugiados (CNR), ONG que trabaja en Libia para la asistencia de desplazados de guerra, alertó a la agencia de noticias Europa Press[8] que en mayo de 2021 la cifra de muertes en aguas mediterráneas ya podría llegar a los 600 decesos y que esta tragedia se evitaría “si Europa permitiera la realización de misiones de rescate para llevar a los migrantes a un lugar seguro en vez de evitar hacerse responsable”.
Estas estadísticas las confirma la OIM en su página oficial[9] dedicada a la crisis de muertes en el Mediterráneo.
En definitiva, los migrantes africanos sufren una amenaza multiforme a su vida y bienestar al intentar cruzar el Mediterráneo en busca de una nueva vida: la violencia del conflicto bélico en sus países (a donde autoridades europeas insisten en devolverlos), las precarias condiciones de transporte marítimo (“pateras” y clima inestable) y el abandono de las autoridades de la cuenca mediterránea (sobre todo europea) que no ofrecen las garantías mínimas para el bienestar y la vida de los desplazados, violando así el derecho internacional humanitario.
[1] Disponible en: https://www.acnur.org/noticias/briefing/2021/5/ 6091c5e94/acnur-alerta-sobre-el-creciente-numero-de-muertes-de-personas-refugiadas.htm
[2] Disponible en: https://www.acnur.org/noticias/press/2021/4/608318e54/ acnur-y-oim-el-creciente-numero-de-muertes-en-el-mediterraneo-central-exige.html
[3] Disponible en: https://twitter.com/AmbrosiEugenio/status/m13853 09509682405376?s=20
[4] Disponible en: https://www.efe.com/efe/america/sociedad/ongs-un-centenar-de-victimas-naufragio-fueron-abandonadas-a-su-suerte/2000 0013-4519565
[5] Disponible en: https://www.telesurtv.net/news/vaticano-papa-francisco-naufragio-migrantes-verguenza-20210425-0009.html
[6] Disponible en: https://www.acnur.org/noticias/briefing/2021/5/ 6091c5e94/acnur-alerta-sobre-el-creciente-numero-de-muertes-de-personas-refugiadas.html
[7] Disponible en: https://apnews.com/article/noticias-aa2237dd0ceed157701e728ce73663
[8] Disponible en: https://www.europapress.es/internacional/noticia-mas-600-migrantes-muerto-aguas-mediterraneo-principios-2021-20210503134842.htm
[9] Disponible en: https://missingmigrants.iom.int/region/mediterranean